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Palacio San José - Museo y Monumento Histórico Nacional Justo José de Urquiza

Historia del edificio

El Palacio San José fue proyectado con una arquitectura que reafirmaba el carácter y el protagonismo político de proyección nacional de su propietario, lejos de ser simplemente el casco de una estancia de un caudillo local

1848-1853.- Primera etapa. La Casa de Urquiza.

Hacia fines de la década del 40, en un momento de relativa tranquilidad, Urquiza decidió iniciar la construcción de su residencia, eligiendo un amplio terreno ubicado en las cercanías del Río Gualeguaychú, unas seis leguas al oeste de Concepción del Uruguay.

La construcción de la casa se inició en 1848, siendo esta la base de lo que finalmente sería, con la intervención de Jacinto Dellepiane primero y de Pedro Fossati después, el Palacio San José, el magnífico casco de la estancia principal de Justo José de Urquiza, lugar de residencia familiar y referencia política fundamental por dos décadas.

La arquitectura de mediados de siglo XIX, denominada poscolonial, se caracterizó por sus espacios de factura simple. El diseño y la construcción se realizaban a partir de un patio cuadrado alrededor del cual se iban ordenando las habitaciones principales, contando con una galería que marcaba la transición entre el adentro y el afuera. Un gran zaguán constituía el ingreso con una puerta grande y sólida. A esta disposición elegida por Urquiza, con una línea este – oeste, se le colocaron dos miradores que enmarcan una galería frontal que le daba carácter a la residencia. La construcción de esta primera etapa se realizó con muros de ladrillos asentados en barro, con cubiertas planas de losas, cielorrasos de lienzo en las habitaciones, las aberturas conformadas por puertas y ventanas de madera, protegidas éstas con rejas de hierro y pisos de baldosas cerámicas. El frente de la casa se orienta al este, hacia el camino que conducía a Concepción del Uruguay.

Producto de una sobria y elegante volumetría, la casa se distinguía desde lejos por el camino de acceso. Sus dos torres se yerguen de los extremos de la vivienda exaltando la simetría de la fachada principal. Los volúmenes de los miradores enmarcan las esquinas desde su base, conformando un espacio central cuya cubierta forma una galería de acceso.

Una gran puerta de dos hojas de madera se centraba en la galería como puerta principal, y a sus laterales se disponían dos grandes ventanales de cada lado. Las fachadas laterales, sencillas, y coronadas con una pequeña moldura saliente, tenían siete ventanas iguales al Norte y seis al Sur, dispuestas rítmicamente. Las bases de los miradores conformaban dos pequeñas habitaciones aventanadas en sus tres caras. La cubierta plana de baldosas cubría a una misma altura todo el edificio.

El amplio zaguán conducía al patio central, y en sus laterales dos grandes puertas de doble hoja dan lugar al ingreso a las dos habitaciones más importantes de la casa: la Sala a la izquierda, y el Escritorio a la derecha. Estas dos habitaciones daban al frente. La sala, de amplias dimensiones, ocupaba la totalidad del sector sur. Hacia el norte, contiguo al escritorio, otra habitación de regulares dimensiones, destinada posteriormente a Sala de Juegos, se vinculaba a éste por una puerta interior. Desde esa habitación se accede a las torres.

El patio central, de planta cuadrada, nucleaba las habitaciones. El ala norte ubicaba el gran comedor, seguido de tres habitaciones contiguas iguales. El ala sur estaba integrada por cuatro habitaciones del mismo tamaño y una mayor destinada al dormitorio principal.

Todas las habitaciones de estas tres alas se vinculan con puertas interiores. Las ventanas que rodean la casa son iguales, protegidas con rejas de factura sencilla de hierro redondo.

El cuerpo de habitaciones que cierran el lado oeste del patio principal está integrado por dos salas a cada lado del zaguán y fueron utilizadas como dormitorios de huéspedes. Una gran puerta de dos hojas cierra por el lado oeste el patio.

Segunda Etapa. 1853 – 1856 Jacinto Dellepiane y la residencia del caudillo

En 1853, Urquiza contrató al constructor y Maestro de Obras Don Jacinto Dellepiane, quien de inmediato se hizo cargo de la continuidad de la construcción a lo largo de tres años.

Dellepiane se dedicó a ampliar la casa para cumplir con las múltiples necesidades funcionales tanto de la vida cotidiana de la familia como de la vida política de Urquiza. Inició las tareas en el segundo patio, que actuaría como núcleo de las dependencias de servicio. A diferencia de la construcción del primero, donde la mampostería de ladrillo se asienta en barro, para los muros construidos por Dellepiane ya se utiliza la cal.

Continuando con la trama existente, generó un patio interior de dimensiones similares a las del primer patio con planta cuadrangular.

Una hilera de cinco habitaciones forman el ala sur. La habitación próxima al primer patio se destinó a la nueva cocina. Es un lugar cómodo, con dos puertas de acceso y dos ventanas exteriores. En el centro de la habitación se colocó una cocina de hierro. Es probable que las tres habitaciones menores se hayan utilizado como dormitorios. El ala norte está integrada por seis habitaciones.

El nuevo patio contó también con su sala de baños. La habitación estaba dividida en tres sectores independientes. Dos de estos espacios estaban destinados a dos letrinas. El tercero, más pequeño, era para albergar la máquina productora de gas de carburo que iluminaba la residencia.

Una de las salas estaba dedicada a despensa, equipada con un mueble de madera de cuatro puertas adherido a los muros a manera de placard. Se ubicó un sótano debajo de esta habitación al que se accede desde su interior por una escalera de madera. Este fresco espacio fue utilizado para guardar alimentos, embutidos y vinos.

La última de las habitaciones de esta ala, al igual que su simétrica en el otro sector, estaba dividida en dos, por una mampara de madera, con puerta doble al centro. Esta sala estaba dedicada a la administración general de la estancia.

Dos sólidos y simétricos bloques de habitaciones de cada lado del acceso cierran este patio

Una hermosa cancela de hierro, con ornamentos de fundición fue colocada a modo de acceso al patio, de bellísima factura. Es de cuatro hojas, las principales de mayor tamaño que se pliegan sobre los paños laterales.

Ornamentación

La sobria arquitectura poscolonial podía entonces vestirse con elementos clásicos. Dellepiane trabajó sobre la fachada, organizando una amplia galería de siete arcos de medio punto que descansan en ocho columnas toscanas, fundiéndose las de los extremos en los muros existentes de las torres.

La amplia galería se ordena en una simetría espejada, en cuyo eje coincide el arco central con la puerta de acceso existente.

Como remate del frente, en la parte superior encontramos un friso dórico, formado por símbolos guerreros y triglifos que recorre toda la fachada, integrando los muros de las torres. Una gruesa cornisa la corona, inmediatamente sobre el friso romano, ubicando los pretiles y las barandas de hierro.

El Patio de Honor se engalanó con el rediseño de su galería. De un ancho constante, recorre los cuatro lados del patio, protegiendo los accesos a las habitaciones y generando una circulación semicubierta corrida que vincula las diferentes salas. Las cuatro fachadas interiores quedan de esta manera unificadas. Cada paño se organiza con siete arcos de medio punto y ocho columnas toscanas, similares a las del frente, con los arcos centrales mayores que los laterales. Pretiles y barandas de hierro la coronan, en coincidencia con los ejes de las columnas.

Tanto los pisos de la galería de acceso como los de la galería del primer patio y los dos zaguanes fueron concebidos en baldosas de mármol blanco y negro, rematando -entre columnas- con mármol blanco.

A continuación del segundo patio, se ordenó el Jardín Posterior. Al eje este - oeste, le atravesó una avenida para establecer una entrada secundaria lateral. De esta manera la entrada de servicio formaría un segundo eje, perpendicular al primero, con acceso desde el norte.

A cada lado del acceso se planteó la ubicación, a la derecha, de una capilla y, a la izquierda, una pulpería. Serían los dos únicos espacios que tendrían puertas de ingreso desde afuera del nuevo patio. Un portón grande de cuatro hojas se colocaría al centro, dando paso a los carruajes.

Rematando el eje secundario y cerrando el lado sur, se construiría un ala de habitaciones continuas, donde se albergarían la tahona, la panadería, una habitación y dos cocheras.

De esta manera, el patio quedaba organizado en un gran rectángulo, con la intersección de sus ejes en el centro. 

Desde el comienzo la casa tuvo un jardín al frente, el cual pasará a denominarse Jardín Francés. Se reemplazaron los precarios cerramientos por portones y verjas que se integraron a la nueva fisonomía de la casa. Los portones de acceso como las verjas y barandas, fueron encargados al taller de un destacado herrero español, Don Francisco Carulla. Realizados en hierro de fundición, conformaban un producto de extremada exquisitez por sus posibilidades de ornamentación.

A fin de realzar el conjunto, se adquirieron en Italia, en 1856, cuatro grandes esculturas alegóricas representando a los cuatro continentes que fueron colocadas sobre los pilares, en los lados de los dos portones del acceso principal.

Poco a poco, San José se transformaba en un magnífico edificio. El terreno lindero comenzó a parquizarse provocando que las visuales se tornasen cada vez más interesantes a medida que se plantaban árboles ornamentales y frutales en los jardines laterales, contrastando con un horizonte lejano y ralo.

En 1856, Paul Doutre realizó los primeros trabajos en la residencia para la instalación de agua corriente. En principio la cocina, y la sala de baños contaron con este adelanto tecnológico. Diversos aljibes, sistema de recolección de agua de lluvia en los patios, cañerías, bombas y malacates fueron elementos fundamentales en la estancia para la provisión de agua.

Tercera etapa. 1857 - 1860.- Pedro Fossati y el Palacio San José

En 1857, Urquiza toma contacto con el arquitecto Pedro Fossati con motivo de algunas construcciones que deseaba realizar en Concepción del Uruguay, en especial la nueva iglesia. Fossati, italiano nacido en 1827, se había graduado en el Politécnico de Milán, uno de los centros más prestigiosos de Italia.

Fossati inicia las tareas en San José, reformulando la Capilla. Decide construirla con una planta octogonal entendiendo que ordenaba mejor los espacios.

La fachada es una composición casi plana ordenada con cuatro pilastras adheridas al muro, que sostienen un frontis. En el centro, una de las puertas de acceso de madera de dos hojas, con abanico superior de medio punto, por donde se filtra la luz natural a través de vidrios de colores. A cada lado, entre las pilastras, colocó un querubín, y debajo un medallón oval con cintas y moño. En el centro del frontis, una placa de mármol recuerda las fechas de comienzo y finalización de la obra. Sobre el frontis, un muro rectangular rematado en las aristas con almohadillados, cuadrangula la fachada, desde donde asoma la cúpula.

La cúpula está compuesta por ocho cascos iguales. No es semiesférica, sino que sus aristas forman una doble curvatura, cóncava en la base y convexa en el coronamiento. Al centro, un tambor permite la entrada de luz natural a través de una claraboya central con vidrios rojos.

El exterior está revestido con piezas de azulejos. Sus ocho caras interiores y aristas fueron decoradas con pinturas murales por Juan Manuel Blanes, en una armoniosa composición, realzando el orden arquitectónico.

La capilla se orienta de este a oeste, en un eje de simetría espejada. Desde la puerta principal se accede al espacio octogonal, cubierto con la impactante cúpula. Al oeste se ubicó altar y retablo, bajo un cupulín, con dos accesos secundarios a los laterales, que vinculan a las dependencias de servicio. A cada lado, y por pequeños espacios, se llega a dos habitaciones mayores, una el dormitorio del capellán, y otra el bautisterio y sacristía.

En las aristas de la planta octogonal, colocó ocho columnas corintias próximas a los muros, cubriendo de esta manera los ángulos, generando una sensación de espacio circular. Tres de las caras del cerramiento contienen las tres entradas, al este, norte y sur.

En los muros ochavados de los laterales del altar, se ubicaron en lo alto los dos púlpitos, verdaderas obras de arte en el tallado de la madera y su policromía.

Los muros laterales del acceso principal contienen los palcos para escuchar desde su interior las ceremonias, con acceso por dos escaleras caracol, de bellísima factura de hierro fundido.

El coro, también de madera fue ubicado sobre el acceso principal, y junto a los palcos, formando una unidad compositiva.

El solado fue cubierto con baldosas de mármol en damero blanco y negro, adquiridas de Italia, al igual que las tres pilas de agua bendita de mármol blanco con forma de conchas marinas, a la derecha de cada acceso.

Las habitaciones pequeñas contiguas a la capilla, fueron utilizadas para guardar los elementos de culto y la indumentaria religiosa. Una de ellas también se usó para  confesionario. Las dos restantes, fueron utilizadas la de la derecha como bautisterio y sacristía, y la de la izquierda como dormitorio, con acceso exterior.

La ornamentación del edificio

Pedro Fosatti trabajó en el edificio de San José completando la obra de su antecesor Dellepiane.  Sumó a la arquitectura existente ciertos elementos que transformaron el magnífico edificio en un verdadero palacio. Con una visión clara de conjunto pudo controlar los espacios abiertos y redecorar los salones, diferenciar áreas y embellecer los accesos. Su maestría profesional se manifiesta en cada rincón de la casa. Conocedor de estilos, Fossati enmarcó la puerta principal de acceso y las ventanas del frente y de las torres, con molduras y volutas corintias, ennobleciendo así la fachada general. Para integrar los arcos de la galería, colocó los mismos rosetones en almohadillas, en el espesor del arco.

Las puertas interiores que comunicaban las habitaciones entre sí, estaban construidas de madera de pino pintadas. A los marcos simples, les construyeron grandes contramarcos de madera para policromar.

Los cielorrasos de lienzo de las salas principales también fueron reemplazados por estructuras complejas de artesonado de madera, cuidando que no se repitieran los diseños, destacando el cielorraso espejado de la sala de recepciones, verdadera obra de arte.

El jardín posterior

Llegado Fosatti a la casa, se estaban colocando los portones en los accesos al parque, a las quintas y a las huertas. De esta manera, y con la capilla construyéndose, quedaba conformado el patio posterior. Otro espacio donde Fosatti deja su impronta es en la fachada posterior de la Casa. Realiza un arco almohadillado de medio punto, enmarcado por dos columnas también almohadilladas, incrustadas en el muro, utilizando la llave del arco para colocar un ornamento, colocando el rostro de un gaucho y desechando la utilización de una figura clásica. Diversas estatuas de mármol y copones jerarquizaron el Jardín.

Fossati sugirió la construcción de un parral en hierro para jerarquizar el segundo patio, cuestión que se encargará a Don Tomás Benvenuto, destacado herrero.

La Pérgola del parral fue colocada entre los años 1861 y 1862. En derredor de los muros que conforman el segundo patio, la artística estructura de hierro forjado forma una galería continua y abovedada. Consta de más de cincuenta paños de marco rectangular, con estructura lateral de barra de sección redonda, y gruesas planchuelas en el borde superior e inferior. Adosados a los muros, estos paños se abren en arco de medio punto, hasta llegar a la barra de hierro que actúa como estructura horizontal. En el interior de cada paño, rizos, rulos y guirnaldas de hierro forjado se entrelazan formando un conjunto ágil y gracioso.

La barra horizontal sostiene aplicaciones superiores en armonía con el pie de cada arco. Desde allí, parten planchuelas en arco de medio punto, que conforman la bóveda de cañón corrido. Los componentes están unidos con remaches. Vinculadas con alambre tensado, sostienen las guías del parral, que en cada primavera transforman el espacio en techo verde.

Urquiza le encargó, además, una nueva cocina, central, de hierro y con detalles en bronce. Fue de alta tecnología para la época, ya que permitía con el mismo fuego, cocinar comidas diferentes. Tiene a su vez en las tapas de los hornos reguladores de entrada de aire, lo que le permitía aumentar o disminuir la combustión, y por consiguiente graduar cada cocción a la temperatura deseada.

Ese mismo año haría otra obra para San José, de gran complejidad constructiva y de muy elaborado diseño: las dos pajareras a ubicarse en el Parque Exótico. De planta octogonal, tienen una cubierta de chapa lisa, con un sombrerete superior para el paso del aire. Ocho columnas sostienen las estructuras octogonales, decoradas con un querubín con sus brazos entrelazados en cada una de ellas. Ambas pajareras están colocadas sobre pedestales con escalinatas de mármol

La última construcción monumental de San José fue el Lago artificial. Esta obra se realizó en el gran parque posterior. Con una extensión de 180 por 120 metros y cinco de profundidad. Un paredón de 80 cm de ancho lo circundaba, completando su diseño una vereda perimetral, una verja de hierro forjado y un templete. Un sistema de bombeo extraía el agua de una laguna cercana.

Diversas fiestas y agasajos tuvieron como protagonista, hacia fines de la década del 60, al entonces denominado Parque del Lago, sumando así un espacio de recreo y solaz a la residencia de Urquiza.

El Palacio San José fue proyectado con una arquitectura que reafirmaba el carácter y el protagonismo político de proyección nacional de su propietario, lejos de ser simplemente el casco de una estancia de un caudillo local. El Palacio San José refleja, en su arquitectura, en su monumentalidad, una etapa de nuestra historia que reafirma en la figura del caudillo la presencia de un pueblo que se sumaba a la construcción nacional, aportando, desde el federalismo, una idea de nación construida desde las diversas identidades lugareñas.

El 11 de abril de 1870, habiendo vivido veinte años en esta casa que fue reflejo fiel de los adelantos tecnológicos, del refinamiento de la época y espejo de su personalidad, Justo José de Urquiza era asesinado en la galería del Patio de Honor, en su dormitorio, junto a su familia.